jueves, 25 de junio de 2009

PRIMERA PARTE 1938-1948. CAPÍTULO 15º: "La escuela de la posguerra"


Posteriormente, en el 38, nació María Eugenia y en el 40 Manolito que, desgraciadamente murió a los cinco años víctima de la epidemia de tifus del año 1945. Murieron bastantes jóvenes de ambos sexos, amigos y compañeros de la Escuela. Mi hermano Jacobo estuvo a la muerte pero, como otros tantos, tuvo la suerte de salvarse. Aún lo recuerdo en el lecho, con el rostro desfigurado, prácticamente muerto, recibiendo la extremaunción. ¡Cuánto debieron sufrir mis padres! Esto lo entendí bien cuando me hice mayor y tuve mis propios hijos.
Don José estuvo diez años en Alanís del 37 al 47. Se incorporó en Salteras adonde había pedido traslado harto del caciquismo de Alanís y para estar más cerca de Sevilla, en favor de los estudios de sus hijos. Allí tuve el inmenso placer de visitarle unos años después. Compartimos varias horas de charla muy interesantes y ambos sentimos una gran alegría por el reencuentro. Según María Eugenia, se jubiló en Camas el año 1967. También por ella supe que murió su hermano Pepe, bastante joven todavía, lo que me dio mucha pena.
Como Maestro nuestro, se comportó prudente y no llegaron informes raros sobre él. Además era un gran Maestro, cayó bien a todos. También deseabamos muchísimo que llegara otro Maestro, ya que, el dichoso Don Francisco Quiñones que sustituyó a Don Jerónimo Alemán, era nefasto, sólo se preocupaba del brasero y tomar el sol en el invierno, y en verano se iba al fresquito del patio de la casa, que era propiedad de Reyes Cano, en la calle Juan de Castellano esquina con la calleja Manzanares, junto a la panadería de “Los Adriano”. Esta era vivienda y escuela. Llegaba a quedarse dormido en su mesa y cuando los niños se ponían a jugar y vociferar se sobresaltaba y la emprendía a mamporros con los nudillos, a mano cerrada, sobre nuestras cabezas. Era franquista y por lo tanto nos tenía casi todo el tiempo cantando el “Cara al Sol”.
Era mal enseñante..., o no quería. En el pueblo no dejó buen recuerdo. Seguro que también lo pasó mal pues además de la escasez de alimentos y el poco sueldo, tenía muchos hijos. Era bastante mayor, si no se jubiló en Alanis donde estuvo pocos años, posiblemente sería en el siguiente destino. Le recuerdo ahora mismo como si lo tuviera delante. Yo creo que llegué a tenerle bastante miedo, a pesar de ser un niño prudente y aplicado (según de mayor me confirmaba mi familia). Por ello, entre mi negación a asistir a su Escuela y lo mal enseñante que era mi padre tomó la decisión de cambiarme de profesor y me asignó a Don José. Esta decisión recuerdo que me dio una gran alegría.

martes, 9 de junio de 2009

PRIMERA PARTE 1938-1948. CAPÍTULO 14º: "De matemáticas al cine"

Como ya sabemos todos, la Segunda Guerra Mundial se inició coincidiendo con la terminación de nuestra Guerra Civil en 1939. Nos encontramos en los principios de 1942. Este Aprendiz de Barbero contaba ya con diez años y cuatro meses.
Progresaba bastante en los estudios de la Primera Enseñanza especialmente en Gramática, Historia y Geografía. Tampoco se me daban mal las Matemáticas, es verdad que me gustaba menos pero mi gran Maestro Don José Florencio Reina que era un excelente matemático y estupendo enseñante de esta materia, ponía mucho empeño hasta que “te entraba en la cabeza”. Casi diariamente, Don José me colocaba a su lado para que leyera una página de El Quijote, aparte de que era uno de los que mejor leía, es que además a los otros niños les daba “vergüenza”. Esta ocasión me servía para subir mi ego y me empeñaba en hacerlo cada vez mejor. Siempre que pedía un voluntario para salir al estrado y desarrollar en la pizarra alguna materia sobre gramática, matemática u otro tema, allá que iba yo. Don José, debió llegar al pueblo para el curso de 1937/38. Procedía de Gerena (Sevilla)de donde prácticamente se vio obligado a pedir traslado, pues al no significarse con el franquismo no contaba con “la simpatía” de las autoridades y “elementos” afines que le tenían envidia. Según me confirma ahora su hija, mi entrañable amiga María Eugenia. Llegaron a suspenderlo por un año de empleo y sueldo sólo por tener ideas de izquierda, sin meterse en nada pues era un hombre prudente. Su esposa se llamaba Irene Trócolis Ubeda, era una mujer muy guapa, sumamente prudente, también, como su marido, agradable y buena persona lo que hizo que se granjeara rápidamente la simpatía y el buen trato de todo el pueblo. Llegaron a Alanís con un hijo, Pepito que, aunque era mayor que yo tres años, llegamos a ser muy buenos amigos y hasta montamos una “gran industria cinematográfica juvenil”. Él, con su ingenio, preparó con una caja de zapatos y una lente que le quité yo a unas gafas de mi abuela, la revolucionaria máquina de cine. Yo hacía los dibujos sobre tiras de papel transparente copiando de los tebeos, repitiéndolos mucho, de tal forma que conseguíamos que se movieran. El cine lo montábamos en un “tinaón” de la parte trasera de la casa de Antoñito “el de Adelina”, otro amigo y compañero del colegio de la edad de Pepito. Nos convertimos en tres socios. Antoñito se ponía en la puerta y cobraba una “perra gorda” por cada entrada. Teníamos bastante éxito “artístico-comercial”. Por lo que nos repartíamos “pingües beneficios”. Yo ingresaba parte en la alcancía y el resto para golosinas y tebeos.

lunes, 1 de junio de 2009

PRIMERA PARTE 1938-1948. CAPÍTULO 13º: "La radio"

Por entonces, apenas habría unos cinco aparatos de radio en el pueblo. Los que más recuerdo eran dos: el del Casino y el de mi adorable tita Manuela. Allí de forma clandestina escuchábamos Radio Pirenaica en la que hablaban las personas de izquierda huidas de España, lo que nos servía para enterarnos de muchas verdades que se nos ocultaban en nuestro país. Es cierto que, según decían algunos hombres del pueblo imparciales y que eran justos en su proceder, que algunas veces lo que decían era de forma exagerada y sin constatar. Es cierto que a pesar de escuchar esta radio muchos alanisenses, las autoridades disimulaban y al menos, por esto, no se producían represalias, aunque sí hubo muchas, injustamente, por otros motivos. Más adelante escribiré sobre ello. De vez en cuando llegaban revistas sobre la guerra mundial cuyas fotos de los distintos frentes a mí me parecían espeluznantes. Me acordaba, con mucha pena, de mi primo Jacobo que por necesidades económicas tuvo que alistarse en la División Azul y estuvo a punto de morir congelado en el frente de Belgrado. Aún tengo en mi memoria cuando leíamos sus cartas de una caligrafía preciosa y perfecta ortografía. ¡Cómo lloraba mi madre! Al final siempre terminábamos llorando todos. También mandaba modestas cantidades en giro postal, parte de su paga, para ayudar a tirar para adelante a su madre -ya viuda de la guerra civil- y sus hermanos. Tales giros llegaban a nombre de la abuela Dolores con quien se alojaron, muy pobremente, al término de la Guerra. ¡Cuántos potajes, lentejas, cocidos, guisos de patatas “con lo que hubiera”, pan con chorizo o morcilla, compartimos en casa con estos primos!, con la complacencia del bueno de mi padre, que lo hacía con tanto amor como mi madre, dentro de tanta penuria como nos rodeaba. Jacobo y Fernando, aún casi adolescentes, empezaron a trabajar en “los albañiles” como se decía en el pueblo (ahora se dice “en la construcción”) y Paco de porquero, destino que le asignó un panadero en buena posición, llamado Fernando Arcos, para cuyo trabajo, cuidar en el campo de los cochinos (cerdos) le proporcionaba escasa comida, a veces chacina ya rancia, que no se comía su familia, o no se podía vender. Además de hacerle madrugar para que ayudara a amasar la primera hornada de pan, antes de salir para el campo. “Y eso que era compadre de mi tío Paco, caído en la Guerra”. Cuando lo normal, honrado y justo, hubiese sido mandarlo a la Escuela y darle de comer en su casa. ¡Puñetas, que era su ahijado! Ahora me aclara mi primo, que cree que no era mala gente pero que quien “mandaba” era su mujer, la que carecía de cualquier bondad. Estos trabajos fueron por poco tiempo ya que se trasladaron a San Juan de Aznalfarache para vivir allí con su madre.